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era imposibl,e se hubiesen juntado tan pronto y que en uúa noche tan lluviosa Yuela al cielo y desabrida. viniesen á aplic~rle aquel su- fcagio. En esta confusión estaban las dos · <lesveladns señoras; cuaud0 entró el .cria · do' que habían enviado á · ¡a iglesin, y pr_eguntáudole, qué ros.ario ara aquel quo oían ca.ntar con dulzura fonta, y qµe á dond0 iba, respondió que r:i él oía .rosa rio alguno, ni en la calle lo había encon- trado, ni aun persona nlgm¡a parecía, porque lo obscuro y lluvioso de la noche no dab:l lugar á que andud:Jse nadie por la. calle. De donde podernos discurrir piadosamente que' este rose1 io lo canta- ban los ángeles, recibiendo el alma de Fr. Pablo, y acornpafiándolH al cielo co- , mo vi6 el chicuelo del caso arriba refe- rido. . Hallábase Doña Alfonsa de Peñalba y Seda no, hija de D. Jtú1p de Peñalba, y de Doña Rafa'ela Sedanc, singulares devotos de los Capuchinos y afectuosísi– mos á Fr. Pablo con un dolor de mue-' las tan intenso, que teniénd0Ia sobrema– ner~ afligida, llegaba su cn::eldad á tan– to, que casi la privaba oe sentido. Angus– tia.dos los piadosos padres cJn el penoso accidente de su hija, llamarc,n al médico: vino este y aplic6le algunos medicamen– tos; pero en vano todos, porque al paso que los medicamentos se,aplicában el do-, lor crecía. Teníala casi fuera de sentido lo acerbo. del dolor, que impidiéndole no solo el comer· y ~¡ beber, ni aun· el más M_!lagros qué leve reposo le concedía. De esta suerte hizo.

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