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padre, como mi tío ha muerto. Estaba Prodigios ae bastantemente retirada de la puerta la s n muerte. sala donde el enfermo se hallaba, y la madre cuidadosa salió, y halló ser ver– dad lo que su hijo le había dicho, por– que un hombre, que había venido do Conil, le estaba diciendo á su. marido que Fr. Pablo habíu muerto aquella madrugada. Confirma e~te antecedente caso lo que ofreciendo juramento depone Doí1a Ana María Calderón, hermaea de los Capuchi nos, que en su casa nos hospedaba en la '"!illa de Conil. Habiendo muerto Fray Pablo, se quedó esta señora con una so– brina suya llamada Doña Francisca Pa– checo, á velar el cuerpo difunto; habfon eriviado ún criado á que avisase en la iglesia, que hiciesen señal de difunto, y habiendose quedado las dos solas, oye ron claras y distintamente uri armonioso rosario que con numerosa multitud de voces y dulcísimos acentos venían can– tando ·las angélicas salutaciones. Admi– rár0nse las dos de que á tales horas hu– biese rosario alguno, y con esta admira– ción esperaban á que llegase á empare– jar con su casa, y entre tanto que llega– ba, conferían entre si la causa de venir este rosario cantando tan · dulcemente. Discurrían que los hermanos del rosario habrían sabido la muertE;- de su fundador Fr. Pablo, y que juntándose vendrían (aunque á deshora) á cantarle al cadáver Cantos angé M Hcos. los elogios de aria; pero disuadiólas de esta aprehensión el considerar que
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