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procesión lueidísima; levantaron cuatro sacerdotes el difunto cuerpo, salieron á Su sepulcro. la calle, donde era innumerable la mul- titud de gente que había, como suele s.u• ceder en la. más solenine procesjqn: lle- garoq á la iglesia, y con dificultad entra- ron en ella, por fo numeroso del concur• so: todos á una voz lo llamaban santo; todos lo nombraban justo; hombres, ni- fios, mujeres, en variás tropas divididos andaban por las c1;1.lles, ansiando por ver el rostro del difunto; en la iglesia, muje· res, nifios, y h6mbres, en tropel confuso amontonados, pr~cura ban sus reliquias: cortáronle el rosario que llevaba pendien- te de la cuerda, y sobre el repartir de las cuentas hubo alguna desazón. Sosegado el tumulto, se le hicieron las exequias s'olemnísimas, y acabadas, se sepultó el cadáver en el presbiterio del altar mayor al lado del evangelio, que es éL sepulcro mismo, donde los eclesiásticos de aquel pueblo se sepultan. J}..sí que llegó á .Cádiz la noticia de la mtlerte de Fr. Pablo,, fué desmedido el clamoroso llanto que universalmente se · levantó. Sus pobres ya se lloraban. sin amparo, ya se veían sin auxilio; la viuda, el huérfano desvalido, el enfermo nece– sitado, todos gemían, todos lloraban la muerte de Fr. Pnblo. Los pecadores arre– pentidos, que por medio de Fr. Pablo ha– bían salido de la culpa, también le llora- .ban, porque sin director se veían. No sePenas que cau. entraba en casa donde no .se oyese un só su mt,ert e lamento; no se hablaba con persona que
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