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384 que, el día siguiente estuvo hasta muy Enferma gra tarde confesando, siendo innumerables vemente. los que en este sermón se convirtieron. Cayó en fin Fray Pablo en la cama, rendido al nocivo ardor de una fatal calentura; visitólo el médico, y desde luego conoció la malignidad del acha– que, si b-ien le dió algunas esperanzas de vida. Agravósele la enfermedad, al puso que esta esperanza se mitigó, y conc;,ciendo Fr. Pablo que le iba lle– gando el fin del tiempo y principio de la eternidad, quiso para entrar en una región tan dilatada y no bastantemente conocidu confesarse generalmente; hí– zolo con su compañero con facilidad, porque la traía escrita consigo; trajé– ronle solemnemente por Viático el au– gustísimo Sacramento de la Eucaristía, y al punto, que el fervoroso varón vió entrar en su aposento la Magestad de la gloria, se levantó presuroso, se arro– dilló reverente, y entre ardentísimos actos de fe, esperanza y caridad, reci– bió postrado al universal Señor de todo el mundo. Aquella tarde le dijó su compañero que quería finálizar la mi– sión, para estar más desembarazado, y así asistirle en aquella hora más vigi– lante, j, que á la noche traería por aque– lla calle la procesión de gloria con el rosario de María Santísima, para que con lós ecos de las angélicas aalutacio- R .b . nes, cuyo culto tunto había propagado, ec1 e el V1á E . p b , tico. se consolase. shmóselo Fr. · a lo, y teniendo los ojos bajos, el semblante

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