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- 366 -- saban á los hospitales, cónsolando con Id. en los hos- sus pláticas á los enfermos; dábanles la pi'tales. medicina más provechosa par~ las do– lencias del alma, y á veces los cauterios del rigor; para curarles las encanceradas llagas del delito; administrábanles los santos ,sacramentos, y los dejaban muy consolados. A los conventos de las reli– giosas los llevaba también su caridad, y allí á puerta cerrada se les predicaba; porque como la doctrina que se les ha de dará los que están en religión es dis– tinta de aquella que se les administra á los del siglo, no es razón que los de éste conozcan lo que sólo á las religiosas se les predica. Predicábanles, pues, con mucha religiosidad y cariño, y las deja– ban. muy gu~tosas, y aún ansi_oHaS de · gozar repetidas veces los frutos de su doctrina. Hechas estas diligencias, pedían por lista los enfermos todos del lugar, visi– tábanlos cariñosos exhortábanlos á que se confesasen y procurasen ganar la in· dulgencia de la misión; y ellos abrazan– do gustosos consejos tan saludables, les manifestaban en la sacramental confe– sión sus conciencias, y ellos, como mé– dicos del alma, curaban las enfermeda– des que en ellos conocían; y luego pú– blicamente les llevaban los curas el au– gustísimo sacramento, concurriendo á · esta función casi todo el lugar, colgando e fi á 1 las calles por donde su Majestad pasaba, on esit os d d l fl . . enfermos. a erezán O as COll ores, JUnCiaS y espa- dañas, para tributarle al Sacramento el

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