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·- 367 ·-- vera, espejo rn que se miraba difunto. A esto se reducían sus alhajas, y con sus alhajas. ellas estaba más contento que los prfo- cipes del mundo con los t~soros mas ri, cos, por que consideraba que ál paso que todo lo despreciaba, todo lo p•Jseía; ' pues es cierto, que es más rico el que nada apetece, que quien mucho goza y más desea .. Como eran tantos los dev:otos y aficio– nados qµe tenía, eran ,también muchos los dones que le franqueaban; pe~o él nada recibía, sino sólo aquello qrn líci– tamente, según nuestro pobre estado, podían us».r otros religiosos; y si le en– viaban algunas cosas comestibles, entre viejos necesitados y enfermos las repar– tía. Mucho tiempo trajo un áspero cili– cio arrimado á las desnudas carnes, y ,no contento con el que el hábito en su aspereza le ofrecía, l::iuscaba otro que más crudamente lo.atormentase. Cuan– do se ejercitó en .las misiones, aumentó los rigores, pareciéndole qüe el predica– dor que quiere reprender vicios, ha dEí castigar en sí lí:\s culpas. Cinóse. á l.a cintura mi cruelísimo cilicio de 1 • puntas aceradas, que entre sí pro,pias entreteji· das, formaban para la mortificación de la carne un áspero instrumento. Los juevEs en la noche hacía los ejer– cicios, que sefiala la Ven0rable madre Marí!J. de l.a antigua, en que se contem · pla la pasión de. nuestro Redentor Jesu· Su rnortific~- cdsto, meditándola porsus ¡,;lasos sucesi- ción. . :vameüte, como su Mnjestad la. snfrhí; y .

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