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- 352 - en otras,partes suele suceder, sino tam– Persig·ue los bién mancebosmuy robustos, los cuales abusos. partido el campo entre dos opuestos ban– dos, primero con duras piedras, de fuer– tes hondas disparadas; animosos se da– ban la batalla,y encendiéndose al cruji– do del grosero camafio la pelea; abando– nadas las piedras, y las hondas recogi– das, empunabau los aceros: y avanzán– dose los dos opuestos bandos, se experi– mentaban cada día mil desgracias. Hirió este abuso er caritativo pecho de Fray Pablo, y una tarde, pedida licencia al Prelado, cubriendo con el manto una imágen de Cristo nuestro bien crucifica· do, se fué al hospital, donde hizo que á la puerta le pusiesen una .mesa; y al tiempo que comenzó la pedrea, apare– ció sobre la mesa Fr. Pablo y á su lado el compafiero con el venerando crucifijo; y á los ecos de una companilla y dos ó tre,i saetas penetrantes, empezó su sermón con tal fervor que apaciguando la pe– lea,'quedó el campo de batalla converti– do en Dratorio. Predicóles con fervoro– sos alientos y concluyó el sermón, exhor– tando á que dej~sen aquel abuso, y pi– dié,ndoles por aquel Señor crucificado, que ya enarbolado tenía, que en sefial de arrepentimiento y de que nunca más vol– verían á la pedrea, le entregasen las hon– das. Cosa digna de admiración] Apenas había dicho estas últimas palabras, cuan- e . 1 <lo aquellos ánimos que habían estado orr1ge ma as · · costumbres. tan enconados, se hall~ban tan compun- . gidos, que á porfía procuraba cada cual
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