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- 342 -- volvió á caer, hasta que todo revolcado º"ese en un en aquel inmundo cieno, arrojando de charco. sí un pestilente hedor, hecho un manan– tial de inmundicia, salió del cenagal, á vista de su estimada prenda, desde los pies á la cabeza tan enlodado, tan sucio, tan hediondo, que unos huían de él, otros con vilipendio lo apartaban de sí, y Jo,; muchachos con grita y algazara, dándole vaya, lo seguían. Fuese á su casa, en gran manera confuso, entró en ella, desnudose la túnica 1 limpiase lo me– jor que pudo y púsoi;;e á descansar del trabajo padecido. Luego se puso á con– siderar el cuándo y el donde de su caída y como era tanta la viveza de su enten– dimiento, no le fué dificultoso conocer que aquella que parecía casualidad, era misericordioso aviso de Dios. Recogióse dentro de sí, y viendo la mano de Dios en aquelsuceso, prorrumpía en semejan– tes acentos: ¡Oh Señor! si me hubiera muerto allí, qué fuera' de mi alma? Si hubiera entouces perdido el vital aliento, dónde estuviera ahora? Condenado por una eternidad! Luego ha sido misericor– dia de Dios el haberme dejado la vida: pues, si no la enmiendo 1 ¿qué cuenta se me pedirá? De esta suerte iba la gracia enterne– ciendo la dureza de su ·corazón, y pa– sando más adelante, le inspiraba el des– precio del mundo, el amor de la virtud, . . desasimiento de todo lo temporal, y au- Insp,rncwnes h l d j J• • R . ) ¡· <)0 Dios. e O a to O . O C!lVltlO. -· ,Uillla }a e :. ya Jesengafía1lo varón eu lo in1.erior de su

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