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- 340 - él no se tenía lástima; pues debiendo es– Vida <J.Ue em- carmentnr de los trabajos padecidos y ire ndi6 · reconocer que eran avisos de Dios, los tenía por casualidades; en vez de mejo– rar su vida volvió á sus devaneos anti– guos. Entregóse á la gala y profanidad en el vestido,"y cada día echaba una ga– la nueva, costeada á expensas de la afli • gida madre; que suelen estas ayunar lo que los hijos desperdician. En los entre– tenimientos era el más común, en los pa– seos públicos el más ordinario, y en todo lo que podía ser de gusto á los sentidos, el primero. Sentía la piadosa madre ver á su hijo tan divertido y dábale saluda• bles consejos; pero él, abriendo sus oídori á las voces del apetito y cerrándolos á los clamores de su madre, era sordo pa– ra éstos. Así pasaba la vida, nueAtro Pedro, cuando puso su afición en uua doncella de todas prendas adornada. Declaróle su deseo de tomar estado; vino en ello la doncella, y dando parte á sus hermanos, todos entraron gustosos en el casamien– to; sólo Dios parece que se disgustaba de él, no porque el vínculo del matrimo– nio sea desagradable á Dios; sino porque á Pedro lo tenía su altísima providencia destinado para ministro suyo, que fuera apóstol suyo en la· orden capuchina, á cuyo seno lo llamó Dios con el extraño suceso que se dirá en el, capítulo si- suspensa guiente. mientos

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