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- 166 - el libro en que leía, y la calavera en que Su gran méw contemplaba el fin de las grandezas te– rito. rrenas. Es un lienzo de primera, sobera– no, insuperable, y tal vez lo mejor de Mu– )'illo. El cuadro de S. Juan BauLista llevado de la mano por sns padres, es también portentoso. Contiene cinco figuras, repre– sentando el viaje que hizo el nifio Juan al desierto, acompañado de sus padres para morar en él. El niño camina entre los dos, cogido de la mano de santa Isa– bel, su madre, la que le muestra con su izquierda allá en lontananza el sitio don– de quiere Dios que habite. Precede á la familia un angelito, que la guía, volvien– do la cara para animarlos a que le sigan sin temor; y otro ángel pr0tector viene El del Bautis- détrás, guardando las espaldas al Bautis– ta ta, á quien su padre san Zacarías, quie– re dar la mano t&mbién, como su Espo~ sa. El viaje parece que se hace muy de madrugada, antes de amanecer, porque en el ángulo izquierdo del cuadro, se ven los primeros reflejos del día, blanquean– do la';l crestas de los montes, y su vaga claridad desciende en girones hacia el valle, iluminando el grupo de la comitiva y las canas de Zacarías, con grandísima propiedad. La actitud de todas las figu– ras es admirable y el cuadro digno de tal pintor. Por último,hay otro cuadro de S. An– El de s. Anto. t~nio, teniendo delante ~ie sí al _Niño Je– uio. · sus sentado sobre un hbro abierto. El sanlio está de rodilla e, rodeando al Niño
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