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- 159 actitud de presentar en un basto plato var~os específicos, que ba llev1¡tdo de la enfermería del convento; el que está c.olocando un sillón conventual cerca de Murillo, para que en él pueda más cóc modamente recibir auxilios; .el otro que en su ademán revela estar lamentando aquel infausto sucéso; y las figuras de los seglares que se asoman por entre los hombros de los religiosos, á los dos la– dos del cuadro, para ver al caído, están muy en su lugar, y dan una idea exacta del trágico suceso, tal como aconteció. · Entonces, según afirma Murillo en su testamento, estaba pintando cinco cua. dios para aquella Iglesia, lo cual no se opone á que tuviera allí otros varios, ya concl,µidos. Y dtbió tenerlos; pues, como dijimos antes, nsegura el P. Concepción (que escribió, poco después de la muerte de Murillo) en su Cádiz ilustmda, Libro VIII, Cap. X, párrafo 8. que «Juan Violato dt>jó al Convento aquel de Ca– puchinos doce pinturas admirables de · Muril!o. que se apreciaron en mucho. Y don Nicolás de la Cruz, en su Viaje de Esparta tomo décimo tercio, pag. 206 · dice tambien que Juan Violato dejó á dichó conv'ento doce cuadros de Murillo. Aqui debemos advertir que los gastos ocasionados por la hechura y colocación de los cuadros de Murillo en el convento de Cádiz, corrier0n por cuenta de la fa– milia de Bozán Violato, que los costeó con las mandas dejadas pqr Don Juan Viol~to, y por esta causa en los libros de Sb.s figuras. Más cuadros de Murillo.
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