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- 144 - En la profunda meditación de los mis– Pedía inspira· terios que iba á pintar, pedía in1ipiración ción á Dios. á Dios, y éste enviaba á su alma torren - tes de luz, ofreciéndole á su espíritu vi– siones beatíficas y celestiales, que su pincel estampaba en el lienzo con fideli– dad pasmosa, y con una fuerza de con– vicción que revela patentemente todo el fondo de su alma y todo el fuego de sus creencias. El mundo, absorto, contem- l piaba las poéticas concepciones de nues– tro esclarecido artista, cuya imaginación nunca revelaba cansancio ni postración ni fatiga ni decadencia; antes al contra– rio, parecía que del ejercicio de sus emi– nentes facultades sacaba nuevos bríos, dando en cada cuadro más gallarda mues– tra de su privilegiarla fantasía y poten– tísimo ingenio. .Así transcurrían los últimos afios de Murillo, cuando· el de 1680, siendo pri– mer Definidor· de nuestra provincia y Guardián'de nuestro convento de Oádiz el M. R. P. Francisco de Valverde, cierto bienhechor de aquella ciudad dejó una manda considerable para restaurar y mejorar el altar- mayor de dicho conven– to; y como nuestro P. Valverde y todos los capuchinos trataban familiarmente á Morillo, y l.o miraban como cosa pro– pia, desde su estancia en el convento de Sevilla, á él acudió; rogándole que se trasladara á Oádiz con objeto de pintar S • • un lienzo grande y varios más pequeños us anos ul• l d . h I l . timos. para el a tar mayor e dIC a g esia, ofreciéndole hospedaje para sí y sus ofi-
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