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CAPITULO XIV LJltimos años-de M.urillo: va á pintar/ á nuestro convento de Cádiz: su caída del andamio' w su santa muerte. 0 unque Murillo fuó siempre un hom– ' l bre'intachable y piadoso, que cum– Pieda9- de Mu- plía con exactitud sus deberes cristianos, rillo. podemos afirmar que en los últimos años ' de su existencia llevó realmente la vida de un santo. Nos atrevemos á decir que en esa época fué el más santo de los ar– tistas, y el más artista de los santos. En él _corrían parejas el genio y la piedad, la virtud y el arte, y por eso aparece en sus obras como artista profundamente religioso y soberanamente místico, con el misticismo y la religiosidad que carac– teriza á los verdaderos hijos del Serafín de Asís, que fueron siempre sus mejo res amigos, sus hermanos, y los directo- res de su conciencda. 1 Aconsejado por éstos, jamás empren– dió obra algmia eu esa época de su vida, sin meditar antes en prolongada oración el misterio ó asunto r..ligioso que iba á pintar; ni sin unirse por la Comunión S fé d : t con el Dios amorosísimo cuyos misterios u ar ien e ºbºJº b d á sens1 1 iza a en sus cua ros, m s que con los pinceles, con la efusión de su fe ,,
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