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- 133 - sos que habían estado en contacto con él, durant1q su residencia en aquellos Es menos ve– tranquilos y penitentes claustros. Entre rídica. ellos, siempre ocupó un lugar distingui- do en su estimación, el lego destinado á sú asistencia particular, y este era el que solía servirle un ligero desayuno en el refectorio, obsequio que le hacía recono- cida aquella pobre comunidad. Otras ve ces .solía pasar algunos días festivos, y Bpacibles tardes, ~n tan agriidable com- paflía, y entonces se esmeraban más los religiosos en agasajarlo con' toda: clase de finezas. Sucedió en uno de aquellos días en que fué invitado á. desayunarse, que el lego echó de menos la servilleta'. que, le había puesto en la mesa, y después de buscarla con la. mayor diligencia, se per• suadió sin que le quedara fa más leve duda, de que Murillo se la había lleva– do, _ya hubiera sido por chanza, ya por distr11cción. Entonces con grande stmti– miento suyo, se vió precisado á dar cuenc 1 ta al P. Guardián de lo ocurrido, y al oirle este, le respondió al lego que no era posible creer semejante cosa: del roa.estro Morillo; que la buscase, .que tal .vez por olvido suyo, d~nde menos creyese la en– contraría. En tan apremiante situación se encontraba el Lego, que no pudo me• .nos, después de hacer lo que 'le mandaba el Prelado, que exclamar: Padre, tengo la seguridad de que en el refectorio no ha entra.·ªº n.adíe m.ás t 1 ue el máestro Mu, 8 . 1. • . J · . u 1nveros ~ r1llo y yo; es así que yo le puse la serv1· militüd, lleta, y á poco qué salió íuí á recogerla y
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