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-:- 121 _,_ ~@~~@@@::S.@@@@~ü miento religioso. El pintor naturalista todo lo ha concedido aquí á la naturale- Actitud de 1 za; pero á esa naturaleza en q ne brilla un Niii.o-Jesús. destello de la divinidad, que es alimen- tada sola.mente por el espíritu. El Niño Dios parece predecir al souto lol:l altos é .. inestinguibles goces que le esperan en el cielo, á donde le convida con su mano dieska. ¡Cuánta gracia y majestad h'.ay en este hermoso Niñol.¡Ouán distinta es su naturaleza de la naturaleza humana!.,. Al contemplar este lienzo, no podemos menos de repetir que nadie ha imp.reso en las figuras del Salvado1' tanta digni · dad, como dió Murillo á sus niños; cuan- ,. do intentó pintar la infancia de Jesucris– to. Sobre la cabeza del santo vuela un gracioso grupo de ángeles que forman una hermosa corona. La ejecución de es- ta grande obra no es menos digna de elogio. En ella todo está comprendido y desempeiiado magistralmente¡, ~odo. está en su lugar y elemento propio.» Noso•– tros añadiremos por· nuestra parte que , la mano del santo que toca al niño, la otra que ostenta el ramo de azucenas, símbolo de In pureza, y el pie que lesa- le fuera del hábito son muy dignosl'·de tenerse en cuenta. ' A continuación de este altar seguía el· de la Purísima Concepción, en el mismo sitio que ocupa hoy el de la divina Pas– tora, donde estaba también el sagrario para ~ar la cqrnu~ión á los fiele_s. La Altar de la Purísnna que en el había, con demr que Purísima es d.e Murillo; se dice todo; y con añadir
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