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- 110- tuosos y artísticos. ¿Quién era el que al Los cuadros entrar á inspeccionar, (aunque fuera SO– de n_ue st ra lo por curiosidad) la Iglesi9 de este con- Igles1a. ' . vento, no concebía un respeto interior, cuya causa le era desconocida? No era solo el Dios que allí habitaba, el que le infundía este sentimiento, pues ese mis– mo Dios lo hallaba en otros templos, y no sentía igual conmoción. Lo adorará el cristiano, sí, doquiera que ·estuviere; pero no c0n tanto ardor y entusiasmo, como en esta y otras Iglesias, en que las bellas artes suspenden la imaginación, estasian los sentidos, provocan la con– templación, esta se eleva á Dios, y el hombre, material por esencia, lo recono– ce allí y lo adora con más humildad, con mejor disposición, C'.)n fé más viva que en lugares poco decentes ó ridículamen– te exornados.» Esos adornos y valiosas joyas da arte con que nuestros antiguos padres enga– lanaron la Iglesia de este convento de Sevilla, hablan muy alto en pró de la ilustración y buen gusto de los mismos; y como es una honra para toda la Orden haber poseído aquel tesoro del arte pic– tórico, hoy desparramado en varios mu– seos, vamos á perpetuar aquí el recuer• do de~aquellas joyas insignes, debidas al pincel del incomparable Morillo. El centro del retablo mayor lo ocupa· ba un magnífico cuadro de gran tama– F~J de la Por fí.o, repi·esentando la aparición de Jesu– ciúncula. cristo y su Madre, á nuestro S. P. San Francisco, en el acto de concederle el fa.

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