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- ioi .~ rroa, qUe era experto y quer~a concluir 1 la. o.bra en el tiempo de stl Guardianía, Sq amist11,d procuró que Murillo .fuera al convento, con Fni,y An·. 1 . . l drés. como a vez antenor, para pmtar en é . , sus lienzos. . · No era Fr. Andrés ajeno á estos pla- , nes del P. Guardián, sino cómplic0 SU· yo, y é\ tomó sohre sí la empresa de ha– cer que Murillo estableciera otm vez su taller en nuestro convento, Dos grandes dificultades se oponían á que nueMro he– róico lego realizara su prO.):ecto; porque; ¿dónde hallar dineros para pagar al gran artistá? ¿ Y cómo lograr que éste 'aban- donara su casa, teniendo ya en ella una hija mocihi y un niño pEiquefio? A lo primero contestab& Fr. Andrés, que él tenía parientes muy ricos, .Y además de ellos contaba con la Providencia; y á lo i,;egundo, que entre la Providencia y él arreglarían, como en efecto se arregló; porque al poco tiempo, interviniendo en e'llo Fr. Andrés, la hija de Murillo entraba en el convento d'e, Madre, de Dic,s; su hermana Tomasa se hacía car– go ile Gaspsr, que ya podía ir á lu es– cnels; y Murillo,con su otro hijo Gabriel, que contaba ya más de once años, y al• gunos oficiales, se iba al convento de Capuchinos, para vivir en él, · mientras pintaba los nuevos lienzos que se ha- bían de colocar en tos altares laterales d0 la Iglesia. El salón de la biblioteca conventual se convirtió de nuevo en es- Vuelve al d . l , · l t 1 ·. 1 Convénto tu 10 Ce prnturas; y as ros ce C as que para pint,ar están frente á la misma: separadas del más.

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