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-- 91 - la Uiudad, acudieron todos al Convento con tanta devoción, que, sin poder es- torbarlo los Heligiosos, le besaban. los Olor que des- piés y las manos, y tocaban en él los pedía rosarios, llamándolo santo, bienaventu- rado y amigo de Dios, sirviendo esto de gran edificación en el pueblo y cré- dito de los Capuchinos. Así estuvo ex- puesto á la d1woción de los fieles algu- nos días, y después se le dió sepultura aparte. (Id. 1171.) . No faltaron prodigios del Cielo que hicieron manifiesta la gloria que el sier– vo de Dios gozaba entre los bienaventu– rados; pero por el poco cuidado que en escribir esto ponían los antiguos sólo g ue– da uno para memoria de la posteridad, y es este: Tenía á la sazón nuestro Fr. Die– go una hermana, nifia de doce afí.os , que después fué Religiosa en el observantí– simo Convento de la Concepción de Lebrija, y se llamó Sor Ju::ma Félix de San Buenaventura. Esta doncella vir– tuosa estaba la misma noche y hora en que murió Fray Diego, en una _eala de su casa en Lebrija, con la puerta cerra– da y sin luz alguna. Estando así. advir– tió que de repente se abrió un poco !a µuertR, y que se asomó á ella su herma– no Fray Diego, de modo que le .vió sólo medio cuerpo, con el Capucho puesto á media cabeza, y arrojimdo de sí gran– des y muy vivos resplandores; y riéndo- se con notables sefías ele alegria, le bajó Prodigios que la cabeza, como saludándola, y al punto hizo se desapareció sin sentir ruido de puerta

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