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- 90 - esperanza y caridad, entregó su espíritu sn santa en manos de su criador el año de 1643, muerte. á los·1s ar10s de su edad, y sólo tres de Religión, con mucho sentimiento de los Religiosos que lloraban la pérdida de una flor, á quien ajó en capullo el cier– zo de la muerte. (Id. 1170.) Murió, pues, nuestro Fray Diego, y por no haber entonces en el Convento de Córdoba bóveda para enterramiento de los Religiosos, lo enterraron en el hueco de un altar. Hicieron los Religio– sos tanto aprecio de la virtud de Fray Diego, que habiendo muerto, le escribie– ron á su padre la noticia dA su falleci– miento, y le enviaron la cuerda con que se había ceñido, y el rosario con que re· zaba, prendas que apreciaban como re• liquias, y como tales las remitieron para consuelo de los que 'tanto habían rte sentir su muerte. Después de algunos años, habiéndose ya hecho entierro co– mún para los Religiosos, abrieron el referido hueco para sacarlo de allí y depositarlo en el entierro común, y ha– llaron el cuerpo de Fray Diego incor– rupto, y también el hábito que tenía vestido, de modo que parecía acabado de enterrar. Quedaron todos &1lmirados, y creció la admiración al notar que ex– halaba de sí el venerable cadáver, al su cadáver tiempo de sacarlo del ·hueco, tanta fra- incorrnpto. gancia y olor tau prodigioso, que los dejó suspendidos. Viendo los Religio– sos aquel prodigio, pusieron el cadá– ver en el féretro, y, cundida la voz por
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