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- 71 - . ni0 lo veía venir, se retiraba, y el Mar- qués unas veces lo seguía y otras veces oomo huia de no afreviéndose á inquietarlo, lo dejaba sn tr:,to 01 P. y se volvía; pero lo más frecuente era correr hasta que lo alcanzaba, y echán- dose á sus pies le pedía con grandes instancias que lo encomendase á Dios. Esto pasmaba á todos cuantos lQ sabían, ,porque entonces andaba el Marqués muy enfmscado en las vanidades del mundo, y verlo en 111edio de estas pom– pas tfrn amante del siervo de Dios, y ansiando tanto por sus oraciones, causa– ba admiración desmedida. Una de las veces que este magnate se echó á los pies del siervo de Dios, le preguntó que por qué huía de él? Y le respondió con cortes~a y cristiana libertad, diciendo: Viva V. E. como riebe y seremos ami– gos; q·.1e yo no huyo de V. E., sino de sus culpas. Rayos fueron estas palabras que at;c,morizaron nl Marqués y lo deja– ron co:::ifuso; pero no por eso le perdió . el amor y devoción que le te-nía, antes sí, lo amó y estimó más, apreciando con mayor esmero los quilates de su virtud. (Tcl. 1147). El religioso que verdaderamente es amante de la soledad y retiro, no solo huye de la comunicación <le los segla– res, sino que también se ar,arta, en cuanto es posible, de los otros religiosos, porque tri.to con criaturas es uno y tra- so aparta to con criaturas otro· y el trato con lasba tam!ú?n de · ' ' • los rehg10sos. criaturas entibia al alma y la (1eJa me- nos apta para tratar con Dios. E~to lo

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