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- 69 - glare;;, que, a·Jstraído d~ todo lo terre- no, parecía que moraba en la más r6ti- Su amor á la rada ;;oledad. Conociendo esto los pre- soledad• lados, siempre que podían excusaban el enviarlo fuera, solo por darle gusto; sj bien él siempre dulcemente reclinado en manos de la santa obediencia estaba indiferente pua cuanto el prelado le mandara. Vhiendo en el convento de Jaén, en la ccasión de ser Obispo de aquella ciudad el Emiuentisimo señor Oarde:rnl Sand-oval, patrono de nuestro convento, ;junb al cual labró un cuarto para s:1 habita.::ión y recreo, le convidó este pfocipe muchas veces para que comieEe con él; y siendo así, que el Prelad::> del convento y los demás reli- giosos de la familia admitían este favor, no hubo modo de que el Padre Fray Antonio admitiese esta honra, excusán- dose si0mpre con sus achaques, siendo la verdadera causa el amor á la sole- dad. Y no por esto, ni por conocer que se le es::ondía y escaseaba, perdió de su E:>ltimación para con aquel virtuosísimo prelado, antes bíen, este retiro le conci- lió más amor, oovoción y afectuos·o ca- riño. (B. 1145). Estar!do el venerable padre, de fami– lia en e~ conven~o de Sevilla, vivía á la sazón e:1 dicha eiudad el Excmo. señor D. Antonio de 'foledo, Marqués de Vi– llaum,vt, hijo }rimogéuito del seflor Duque de Alba. Este priuci_pe teufa á JI 'd 1 , . · uye · e rJU .. su esposa enferma y muy agravada eu llicio. su enfermedad; híÍtole grandes instan-

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