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- 63 - 110 nf.istiese rn1estro mancebo, siendo en todos por su habilidad celebrailo y aplau– dido, pero es fama que no por eso des- cuidó sus estudios, ni cayó en las torpe- su vocMión. ;1,as que suelen caer otros jóvenes de sus prendas, porqne aquel Seííor que lo ha- bía escogirlo para vaso de su pureza, !.o · detuvo con su gracia, conservánélolo, como á los tres niños en los ardores del horno de Babilonia, puro y limpio, en medio de tan multiplicadas ocasiones del pecado. (P. Isid. 1137). De esta suerte vivía enfre los multi– plicados riesgos del mundo nuestro fer– voroso mancebo, cwrndo aquel Espíritu divino, que donde quiere inspira, lo quiso sacar, co:no á otro Lot de los peli– gros del siglo y lo inspiró qno tomase el hábito de los Capuehinos. No se hizo sordo á esta inspil'ación, antes bien, dfodole grato y obediente oído, preten– dió nuestro .santo hábit0 y lo consiguió, vistiéndor,elo en el convento de Santa Eulalia, en la misma ciudad de Barcelo– na, el afio de 1594:, á los 25 de su edad. Allí pasó su noviciado ejercitado en grandes auster:dades y penitencias; y, cumplido el afio, profesó con espeeial gusto de torios :os religiosos, que espe– raban ver en él un Yfü'Óll perfecto, corno do hech•J lo foé, correspondiendo á lus 1,}~º 0 ~rn el há– bien fundadas espernnzas de todos. Vivían en nqnel tiempo en Catalu– ña aquellos célebres vrirones que fueron los ptirr.:erns fondadore:c; de nueftrn Ca– puchina reforma en los Reinos de Espa-·

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