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- 371 misteriosa visión tan humilde, con tan gran éonocirnieuto propio, y con tan sus efectos,, grandes deseos de padecer, porque Su Magestad no se apartasa de él, que en muchos dfas no se atrevió á levantar los ojos del suelo, pidiéndole al Sefior que no le dejase. Que éste suefío fué un aviso celestial, lo demostró la experiencia, porque el P. Pablo murió antes de celebrarse el capí– tulo provincial como después diremos. Cuando lo tuvo era él cronista de la Pro– vincia, porque N. M. R. P. Leandro de Anter¡trnr!l, oonooi,:m,lo la cilpoci,bd y aplicación del P. Pablo, le ordenó que tou:rnae 11 su cargo el seg·uir y perfeccio nar la crónica de esta provincia, que el V. P. 1 \gust.ín de Gr;1nada habfa comen- Su santa muerte zailo: y hallándose emplearlo en este ejer- cicio quiso Dic,s premiarle sus trabajos. ApRreciósele en suefíos, como queda di– cho, el V. P. Fulgencio, quién despertó <-m ,m ánimo aquella conformidad y re– signación total en la voluntad divina, que ya dejarnos expresada, la cual lo hi– zo digno del premio á que Dios muy lue– go lo llanió; pues, dándole una peligrosa enf:ermedad al principio de este afio de 1661, pasó á gozar el eterno descanso del Paraíso, como piadosamente creemos. Siguióle en el mismo convento de Gra · nada en el propio año de 16(-il, el P. Mateo de Sevilla, que en el siglo se llamó 1 Es! P._M 11 ateo P d e 'l[ . , e ev1 a. José de Olivares y aez e ast1 E'JO. Fué hijo de D. José de Olivai;es y de do-. ña Ana Maria Paez de Castillejo, am-

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