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~ 362 - ~.:.5).:.5)'5:-.:.S:-.:.S:--S-.:.S:-'-S':-'-S':-:S~~.::.J se. i?ºUG el dichn, la oración Deus qui nobis; dió al santisimo. pueblo la bendición con el Santísimo, Y lo encerró en el Sagrario, con lo que se acabó esta función, quedándose los reli– giosos en su nueva onsa. Puede fácilmente discurrirse cuánta sería la alegria con que aquello,;; religio– sos se quedarían en la quieta y pacífica posesión de su nueva casa, en Ciudad tan principal, no sólo de Andal11cía, sino de España toda; pero sin comparación fué mucho mayor la complacencia de Ntro. Rvmo. P. Jerez, al ver saciadas sus ansias y logrados sus deseos de fun– dar convento de su Orden en su propia y amada patria. Luego que se quedó con sus religiosos en ella para que obsen 1 a– sen puntualmente nuestro seráfico ins– tituto, nombró por Presidente-in cú1n:le con nombre de Guardián al P. Sebastián de Antequera que fué el primero que tuvo este Convento; distribuyó también las demás oficinas y se empezaron á seguir los actos de comunidad. Junto á la casa en que vivían los re– ligiosos había una huerta que constab,1 de c 1 1atro aranzad11s ó cinco fanegas de tierra, la cual era de un caballero llama– do D. Pedro de Villalobos y Morales, Hablósele á este caballero sobre )¡¡ ven– ta <le dichn huerta, el cual c-on ánimo generoso la ofreció desde luego con al– gunas condiciones onerosas de censos que pesaban sobre el terreno. Teniendo Empiezan la• ya sitio bastante, se empezaron á tomar obras. medidas para la nueva fábrica y para

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