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·ll/11,,,~,,111/fl•O~ªº''l/111,,~,,111/II· CAPÍTULO XLVIII van los Capucl1inos al Pef\611 ele la Gomera \J á Melilla á ejercer la cura de almas. estas dos plazas de Africa fueron Quién_l,oa pi nuestros religiosos ~l afio de 1660, dio. por mandato del Rey D. Felipe IV. Hallándose la gente de estos dos presi- dios sin el amparo de sacerdotes ni de religiosos que cuídaran de sus almas, clamaron al Obii;po de Málaga, de cuya diócesis son, suplicándole que hiciese instancias en el Consejo para que les enviasen religiosos capuchinos. Tenían noticias del modo, religiosidad y cariílo con que los capuchinos se portaban en la Mámora, y en cierto modo envidio- sos del bien que los otros gozaban, pre– tendían para sí la dicha que en los otros advertían. Atendió el Obispo como buen Pastor el balido de sus ovejas, y al pun- to escribió á su Majestad, suplicándole proveyera aquellos dos presidios de re– ligiosos capuchinos que los asistiesen y cuidaseu, como lo hacían en la Mámora. Asintió el Rey á esta petición y su Se– cretario D. Bias de Loyola le escribió al P. Fr. Leandro de Antequera que á la sazón ern Provincial de esta Provin- cia, pidiéndole en nombre dé su Majes- Excn~as _del · . . I d 'd' P.Pl'ov1notal. tad, rehg1osos para os os pres1 10s. Escmsóse el Provincial dando por causá

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