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- 333 - ~@..::S:,.::S:,'5';-,S-@..::S:,.::S:,.::S:,'5';-'5';--S.,~ del Castillo y Padilla, casado con doña Constaiza de Guzmán el Bueno, sefiora v. P. He:rma– de la nobleza ecijana, como dijimos en ne"ildo, su vida, capítulo XL del libro anterior. A este hijo suyo escribió él en la ho- ra de la¡ muerte la notable carta· que allí pusimos; y tomó tan á la letra los cons0j-1s de su ilustre padre, que vivió siempre santamente como verdadero ca- puchko. Sus virtudes y merecimientos lo elevaron á los cargos de la Orden, siendo muchas veces Guardián y Defi- nidor de la Provincia. Esta lo cuenta entre rns más ínclitos varones, y que lo fué de verdad, pruébalo el siguiente hecho, del cual tenemos noticia por la inscripción que tiene un retrato suyo pintado al óleo, que se conserva en el convento de Sevilla. Era Guardián de dicha Comunidad, cuandc enfermó en ella Fr. Hermene– gildo de la Rambla, corista, al cual asis– .tió el V. P. Hermenegildo con afecto patern&l. Recibió el enfermo los últi– mos sacramentos el día 7 de Septiem– bre de 1658, después de lo oual el Pa– dre Guardián perseveró á sr: cabecera, recomendándole el alma hasta que mu– rió; y a[ contemplar la dicha de aquel jó– ven que volaba al cielo, para c0lebrar allí el día siguiente la Natividad de la Vir– gen, exclamó: Dichoso corista! ¡Quién lo acon:: pafiara al cielo en tan gran día! su santa vida y diciendo esto quedó extático á vista de los presentes. Vuelto del éxtasis, lle- no de júbilo celestial, se metió en la

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