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- 313 - mía como los demüs; pero en la realidad, · solo tomaba lo muy preciso para man– tenerse. hallando en estas mismas ocasio- nes mucho en que mortificarse, sin que Sns ayunos alguno pudiera conocerlo, que era lo que más solicitaba. El sexto grado de humi[dad, que asig– na el melífluo P. San Bernardo, consis– te en sentir el hombre bajamente de sí, y el P. Agustín tenía de sí mismo forma– do juicio tal, que se contemplaba indig– no <le hablar en presencia de los religio– sos; y así jamás se atrevió á contradecir á nadie: y solo cuando advertía que al– guno padecía engafio en cosa que le pu– diese perjudicar á su alma ó á la del prójimo, entonces bus0aba ocasión y tiempo proporcionarlo, para instruir al sujeto 1o que ejecutaba c·on las cautelas que dejamos dicho, explfoando el grado cuarto de la humildad. Para nuestro Fray Agustín no había cosa más sensi– sible que las alabanzas y los obsequios, ni cosa más de su gusto que el verse des– preciado, de lo que se pudieran referir muchos testimonios. Y como él linllnba su dele:te en lo q no su ele sor nrígon do perturbación do! tmimu ú los que no ri– ven tau negudcs 1l sí mismos, corno lo estaba Fr. Agustín, conservó siempre el suyo tan tranquilo, que jamás lo vieron inmutac.o, por más, qu1i con desprecios intentar•Jn conseguirlo. . Huye de las El séptimo grado de humildad, es alc,banzas ampliac:ón del arnecedente, y consiste en creeri:1e el hombre iusuficieute de sí 40

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