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·-- 310 - das ocasiones; y saber refrenar y vencer su afabili<!ad, este defecto, es lo que realza la modestia y humildad del sujeto. Observó puntual .el varón de Dios uste segundo grado de humilde, pues, aunque su genio no era adusto, sino alegre y afable para con to– dos, jamás se vió descompuesto en la ri– sn; y aunque se reía. alegre en algunas ocnsiones en que la Comúnidad se ha– liaba en recreo. era con tal modestia, que infundía en todos un género dé complacencia, que los llEmaba de jubi– ló y da gozo interior al mismc, tiempo que refrenaba con su vista al menoJ mortificado. El tercer grado de la mística escala por donde se sube á la humildad perfec– tn, dice San Bernar<ln que consiste, en hablar poco, aunque sea con razonable causa; y est0 ha de ser con voz baja, porque la locuacidad y voz clamorosa arguye presunción y altanería eu quién lo usa. Fué tan observante de ésto el siervo de Dios, que contínuameute cla– maba al Sefíor como David: Pone, Do– mine, eu,stodiam ori meo et ostiuin eirenns– tctntii labiis meis. Y el Señ•)r parece que le concedió liberal este favor, porque siendo tan erudito en todas falcultades, jamás dió licencia á su lengua, sino pa– ra que hablase lo muy justo. Siendo Lector, solo hablaba con sus discípulos lo que era conducente á, su enseñanza, 8 . 1 . así en la práctica de las virtudes, como 'us, cnew. de las facultades qm-' estudiaban por- que sabía bieu, que el que habla sin que lo

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