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- 307 - Al que se hallaba algo corto en el latín también lo instruía,:porque era nuestro su p0,1icia en Fr. Agustín tan dueñ.o de este idioma, ol latm. como del suyo nativo, pues así en verso como en prosa hablaba el latín con tanta elegancia y propiedad, que no le hicie- ron ventajas los mejores ·maestros. Pero lo que admiraba más á cuantos lo expe– rimentaron, fué, que tomando un libro latino en sus manos, leía en él en nues- tro vulgar castellano .. sin [detenerse un puntoj sin necesit11r repasar antes de cons- truirla lección alguna, por dificultosa que fuese. De lo dicho hicieron nuestros religiosos varins experiencias; pero las más públicas y que causaron más ruído ·fueron con motivo de ser examinado pa- ra ordeJJarse. Sucedió, pues, que dándo- le los examinadores un libro en latín pa- ra que repasase y tradujese, el siervo de Dios sin leer el latín, lo VEortía al castella- no; lo que visto por los examinadores, creyendo que la sabía de memoria, le señalaban otra lección distinta, y aun le mudaban diversos libros; pero al ver que ejecutaba lo mismo en todos, admirados decían que aquél religioso estaba ador· nado de ciencia infusa. Por sí mismo aprendió áleer y escribir el griego y he- breo; y aunque no con la perfección que la latina, hablaba y entendía también varios idiomas, como el francés, alemán etc. Con esto salió tan consumado teólo· go, que jamás le propusieron dificultad Aprende lén· que no resolviese puntualmente, (fojan ::::nas. do satisfechos los eutendimientos más

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