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- 282 - ~.:.s.-.:.s.-.:.s.-..s.--s.-~-.s:-.s::.s:-.:.s:-~.:.s.-~ gloria; si la eleva la pobreza de espíritu, su pobreza,. y siendo al mendigo indispensable el su- . fdr aquella, los exhortaba á que adqui– riesen esta, pues es la que nos constitu– ye herederos del reino de los cielos. Es– tas y otras razones semejantes eran las que el siervo de Dios solía decirles, y así siempre salían consolados. Esta virtud de la pobreza, caracterís– tica de los hijos de Nuestro ¡:leráfico Patriarca, era tan amada de nuestro Fr. Alons'o, que nunca quizo admitfr la más mínima cosa que pudiese desmen · tirlo de verdadero pobre. Su hábito siem– pre lo compuso de remiendos y pedazos de los hábitos que otros cfosechaban pol' viejos, y aún en lo inclemente de los hie– los que suelen experimentarse en los in– viernos, nunca tuvo más abrigo que el que le prestaba su hábito roto ,v remen– dado; pues decía, que el vestido nos lo adquirió nuestra o"riginal culpa, y que éste no había de servir para librarnos del castigo que por ella merecimos, si– no sólo para la decencia; y por lo mis– mo, estando cubiertas nuestras carnes es justo toleremos los frios, y los calores que causan los eleme:1tos á quienes des– concertó é incitó contra nosotros el pe– cado original. En estas reflexiones res plandecían duplicadas las virtudes de Fr. Alonso, pues por una parte manifes– taba su amor á la santa pobreza en no St> penlte1icla,quere1' admitir sino lo muy preciso para el alivio de su desnudez, y por otra da- . ba á conocer lo rígido de su penitencia,

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