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CAPÍTULO XXIV De un religioso ilustre, cuva muerte no consta en el necrologio de la Pro– vincia E ete benemérito Capuchino se llamó entre nosotros P. Buenaventura de El P. Irla nd ª· .Irlanda. Nació en Guirquenia, pueblo de aquel ilustre reino, .de familia tan católi- ca corno noble, por lo cual fué muy per- seguida por los herejes de aquella re- gión. Sas padres fueron D. Rugo de Careu y D.ª Anastasia de Fileaminglo, vecinos de Guirquénia. Pusiéronle por nombre Donato en las fuentes bautis- males y lo criaron con mucho temor de Dios. Apenas áespertó en el niño la luz ·de la razón, le infundieron sus padres el deseo de convertir á los protestantes de su patria reduciéndolos al camino de la verdedera fé. Llevado de estos deseos se fué á Sevi– lla en la flor de su juventud y pretendió nuestro ,mnto hábito en aquel convento. Los PP. se tomaron tiempo para expe– rimentarlo, y asi que lo tuvieron sufi– cientemente probado, lo enviaron al convento de Antequera donde estaba entonces el noviciado. Allí se aumenta- ron sus deseos de ser santo, para recon- su niñez ciliar cou Dios y con la Iglesfa católica yju\'entii.d
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