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- :157 - tratamientos, dándoles á comer sólo nn puñado de alcuzcúz y á beber- agua em Trabajos que pantanada y cenagosa. Así pasaron cuatro padecieron. días hasta que caminaron á Mequinez, cuya primera jornada los llevaron á pié, caminando de día con la fuerza del Sol, sin que le9 permitiesen el menor alivio, tanto que aseguraba el P. Fr. Jeróni- mo que, considerando entonces los más austeros trabajos de la Religión los juz- gaba flores apacibbles, respecto de los muchos que aquellos bárbaros les hicie- ron padecer. ([d. 648.) Llegaron, pue!'J, los religiosos á Mequi– nez con todos los despojos de la plaza, á cuya novedad, movido todo el pueblo, salió innumerable gente á ver" entrar;:_á los vencedores y ci los vencidos, y aun– que el Rey había echado un bando que ninguno se atreviese á maltratar ni de obra ni de palabra á los religiosos, no fué fácil comprimir el tumnltuante vul– go de la plebe, y así sufrieron los reli– giosos en esta ocasión afrentosísimos baldones de aquella vil canalla que juz· gaban obsequioso culto al fementido Mahoma el improperio que á los~religio– sos les hacían; y no saciando su apetito con afrentas tantas, hubo alguoo tim desenfrenadamente colérico que pasó á las manos. Esto fné un moro ciego que estaba á la puerta de la ciudad y tenía prevenido á un muchacho que le avisa- se cuando iban emparejando con él los M 1 t t Papasek!, que así llaman á los religiosos; qu~ 1! d;"!i,g~ avisóle pues el muchacho, y enarbolan-

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