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- 154 - mún como en los otros conventos de la Asalta el mo- Provincia, y; se remudaban cuando la ro la plaza. necesidad lo pedía; pero nunca salían unos del presidio sin que primero hu– biesen ido otros, que en su lugar se sus– tit:1yesen. Así llegó el afio de 1681 en el cual el Rey de Meqninez soberbio con sus empcesas, queriendo poner en la Mámora el bárbflro yugo de su sacrílega secta, la·cercó couun poderosísimo;ejér– cito compuesto d(ochenta mil comba– tientes. Habitaban entonces el hospicio el P. Fr. Anrlrés de)a Subia y el padre Fr. Jerónimo de Baer.a que dm,pués fué Lector de Teología, Calificador del San– to Oficio y Provincial, los cuales con fervoroso celo que les asistía empezaron á enfervorizar á los soldados, disponién– dolos para la defensa; pero en valde, porque ésta era imposible. La guarni– ción que entonces tenía la plaza era sólo de 150 hombres y esos hambrien– tos y casi desnudos; las municiones es casas, los víveres pocos, y por último el socorro que de España les podía ir nin– guno, porque los moros apresaron el barco que de la plaza se despachó para que trajera la noticia, por lo cual no se supo el sitio en Espafía, circunstancias todas que obligaron al Gobernador á formar Consejo de Guerra, y en él de– terminar la resolución última que se había de elegir. A este tiempo habían D f d los moros volado un fuerte de tierra, y e ensa e los nuestros. estaban ya para volar un baluarte de la plaza por donde abriendo brecha siu
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