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- 124 - como hombres caían ec algún defecto, su dulzura sufrían sus reprehensiones con alegría suma, porque la suavidad de sus pala– bras los obligaba á conocer que eran forjadas en la fragua de su paternal amor. Y aunque esto era muy común en todos, hubo con especialidad alguno, (según se infiere era el mismo P. Fray Pablo) que le profesó Hiempre tanta ve– neración y afecto, que aún después de muchos afios, siendo el tal predicador y actual Prelado del V. P. José, no acer– taba á hablar al siervo de Dios, si no era hincado de rodillas. (P. Oórd. 30). Hallábase el siervo de Dios siendo Vi– cario y MRestro en el convento de Gra– nada en el año de 1626, como queda dicho, en cuyo tiempo acMció que un novicio, (fué el mismo P. Fr. Pablo de Granada) se halló nna noche después de Maitines en una aflicción grave. Fué el caso que, recogidos cada uno en su cel– da, éste, poseído de una gran dulzura que había experimentado en fa oración, la continuó en la celda puesto de rodi– llas sobre la cama; y allí, liquidándosele el corazón, vertía por los ojos copiosas lágrimas publicando con ellas el gozo que experimentaba su alma al conside– rarse libre de los peligros á que están expuestos los que se quedan en el siglo; y conociendo que 1-mt especialísimo fa– vor de Dios, no cesaba de darle á Su Su vigilancia Majestad las debidas gracias eu testimo• nio de su agradecimiento, en lo que su espíritu sentía un inexplicable consuelo.

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