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- 96 - ~~~ donde quiere inspira, se afianzó en aque– lla cláusula del Evangelio en que dijo Cristo nuestro bien, que nada le apro- D . vechaba al hombre el ganar todo el mU)l· eterm1na . . abandonarla do, s1 era con detrimento de su alma; con cuyo conocimiento de sí mismo, deter– minó dejar la milicia del Rey de la tie– rra, y seguir en todo las nunca vencidas banderas del Rey supremo de los Cielos. Con esta determinación dejó las pro– vincias de Flandes y vínose á la Ollería, no para vivir con sus parientes, como antes, si .,o para borrar con su buen ejem– plo cualquier recuerdo de ejemplo ma– lo que hubiese dado en el tiempo ante– cedente. Dista de la Ollería, como cosa de una milla, una solitaria ermita dedi– cada á San Cristóbal; y allí se resolvió á vidr Vicfmte, dado del todo á las cosas del Cielo, y del todo apartado de los pe• ligros de la tierra. Para esto se desnudó los vestidos preciosos del siglo, y se vis– tió los groseros de ermitafi.o, con cuyo tosco sayal, vaticinio y ensayo del que había de vestir después, pasaba los días y las noches llorando sus culpas, sir– viendo al Señor, como evangelico pobre, desasido de todo lo terreno y entregado á lo celestial y divino. En esta soledad vivía nuestro fervoroso ermitaño, abs, traído del comercio de las criaturas, por que no iba al lugar sino los días de fies- La deja y á · · f 1 se hace er· ta 011· mrna, con esar y comu gar, y mitaño asistir á los oficios divinos, y tal vez á pedir un poco de pan de limosna, con el cual sin admitir otra cosa, se volvía

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