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- 343 - c,:--S.,.:,S.-~S:-S;--S.,~S-:,,.S:s:S:<,S.-.:,S.-.:__9 mártires del cristianismo ver 01 ardor., el eutusiHsmo y la alegría de los que iban se disp_n~an á una muer:e segura por amor de Dios 01 m,wtmo. y del prójimo, y la pena cou c;:ue se que- daban los que aspiraban á la ~nisma di- cha y se veían privados de ella. Animosos, como los mártires al circo, fu3ron nuestros tres religiosos al lazare– to, donde empezaron á, prepa:'.'ar las ca– mas para los apestados, que pcr docenas lkgaron aquel día. El celo de aquellos héroes de la caridad fa0 tanto, qqe no descansaban día ni noche en la asisten– cia de los enfermos, y los cuirlaban tan sin descanso, que á los pocos días cayó el primero de ellos postrado en eama víc– tima del contagio. Avieada al Convento la noticia de ha– ber contraido un religioso la enfermedad reicante, se ofreció otro, que cayó tnm– bién á los poeos días juntamente con uno de los primeros. Fuera de combate esos dos, se ofrecieron otros á sustituir– les, y así se iban sucediendo unes á otros aquellos mártires de la caridad, entre– gándose gustos8s á la muerte temporal por asegurar lt1 vi<la eterna. Cuando en la toma de una fortaleza el cañón barre á u11n columna de soldados, á la voz del jefe ocupa otra su lugar, y ,si esta es también barrida por la metra– .Ha, al sonido del c-larin que dá la voz de mando, acude otra á sustituir:e, hasta triunfar ó mori,r víctima del deber. Asi aquellos soldados de Cristo y dé N. Se- Su heroismo. ráfico P. San Francisco, al ver sucum-

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