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- 320 - ciéndole nacían más de fervorosa devo– ción que de resolución constante, lo pro– Nuevas difi- cui·ó disuadir de lo que pretendía cou culta dos • bien fundadas razones, diciéudole, que su edad no era competente para los pre– cisos trabajos de la religión; que su au– toridad era necesaria en aquel pueblo; sus limosnas, importantes para los po bres; sus consejos utilísimos para todos; y que así se aquietase y procurase servir á Dios y al prójimo en aquella vida en que su :\fagestad lo había puesto, y no quisiese experimentar otra, donde por no poder llevarla, todo lo perdiese. Oyó el venerable sacerdote estas palabras con mucha atención y teniéndolas como si hubieran sido pronunciadas por un ángel, procuró quietarse, aunque con sentimiento mucho de su alma, que en lo interior lo compelía á otra cosa. Fué voz común en la Custodia, que este varón después ele haber expérimen– tado esta repulsa, tuvo una celestial vi– sión en que se lo apareció nuestro Será– fico padre San Francieco vestido con el hábito Capuchino, convidándote á que no desmayase y que se vistiese aquel há– bito en que lo veía. Lo cierto es, que no pudiendo apagar la llama del ardentísi– mo deseo, que se había despertado en su corazón, volvió nl Guardián y le hizo nuevas instancias, pidiéndole con rendi- Aparición ce- das súplicas, que interpusiese su autori- 10stial. dad con el padre Comisario geneml de la Custodia, para que lo recibiese {: la orden. Considerando el P. Gt1ardiá11 que

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