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- 299 - na RAina de los Cielos, Maria Santísima Nuestra Señora. Amábala con todas lassudevocíóná fuerzas de s-J. alma, y conociendo que el la. Virgen. amor sin obras es como e~ árbol sin frr:to, que sólo se viste del vano follaje de las hojas, con obras le probaba su an:or. Ayun1ba en obsequio rnyo todos los sábados del afio y festividades de esta Señora, y entonces estrechaba tanto los ayunos, que los hacía só~o con pan y agua. En los sermones que de esta Soberana Reina predicaba, se esmeraba con singnlarísima especialidad, procu- rar.do que tcdos le fuesen muy devotos. Esta devoción áMaría Santís:maNues– tra Sefiora la acompafiaba e: P. Fray Ag::istín con otras especialísin::.a al San– tísimo Sacra::nento. Todos los c?.ías decía misa teinpra.10 y la decía con tanta de– voción, tantc, afecto y veneración, como si con los ojos corporales mirase á aquel divino Sefí.or que en el velo de las espe– cies sacramentales se escondía. Acabada la misa se en-;raba en el coro, v allí esta– ba dando gn.cias todo el tiempo que du– raba la oración de prima, regalándose con aquel divino Sefí.or que en su aman– te pecho ten~a, y recíbiendo allí de su Magestad multiplicados beneficios. Cuan– do advertía que algún 1'acercrote era ó apresurado ó menos devoto en la cele– bración de tan . alto sacrificb, lo re– prendía asperísimamente, trayéndole á la ~onsiderac:ón lo circunspect::•, devoto, su a.mor á la. serio y grave que debfa ser en E:l celebrar Euc·arístfa. mis:;erio tan soberano y que Dios le pe-

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