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- 294 - tanto apreci0 de esta virtud, que más su rendin,ien- quiso perder la vida que faltar á la obe– to. diencia; y su imitador el P. Fray Agmi– tín, por cumplir con ella, puso muchas veces á peligro su salud y vida en los larguísimos viajes que hizo l'bligado de la obediencia. Ya le mandaban ir á pre– dicar á Aragón, ya á Valencia, ya á Bar– celona, ya á Madrid, ya á otras varias y distantísimas Ciudades, y todo lo ejecu– taba contentísimo, sacrificándose en las aras de la obediencia. Siendo comisario general, diole el Reverendísimo Padre General algunas órdenes, que ni á su es– timación propia, r\i al aumento de la Custodia convenían, y siendo así, que podía hallar escusas y razones que ale– gar, nunca. se valió de ellas, antes sí tan ciegamente obedecía, que entre el obe– decer y ser mandado, no mediaba dis– tancia alguna, virtud que se la premió Dios en la misma especie, porque no ha habido Prelado más obedecido que él pagándole Dios con la obediencia de sus súbditos la que él á sus prelados les tenía. 8u cnstidad y pureza fueron tales, que parecía un ángel en la tierra. Tbda su vida se conservó no sólo casto. sino tam– bién virgen, estando i;;iempre én él blan– ca, fresca y bellísima la cándida azucena de la virginidad. No consiste esta sólo en la integridad del cuerpo, consiste principalmente en la incorrupción del al– ma; y el V. P. Fr. Agustín, fué no sólo Sú castidad. virgen en el cuerpo. sino también virgen en el alma, virgen en la mente, virgen

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