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- 287 - ~.:.s.-.:.s.-~.:.s.-.:.s.-.:.s.-.:.s.-.:s.-.:s.-.:s.-.:s.-<-....9 celda, diciéndose asímismo: ya hay en casa quien me.nde más qne yó. El día siD'uiente celebró el caso y no hizo dili- 0 ?m 0 corre- "' . • gia. gencia alguna para saber el autor de · donce había salido la falsedad de aque- lla v:)Z; pero amontstó á los Religiosos, que :Jn otra ocasión no se fiasen de se– mejante voz, hasta que la oyeran de sus labics; porque además de no valerles, la pagarían todos con áspera penitencia. ·A esta prudencia admirable con que gobernaba este siervo de Dios, se le jun– taba una sE•ncillez candidísima con una afabilisima coudición y natup1l muy be– nigno, prendas que hacen al Prelado perfecto, justo y bueno. Bueno, justo y perfecto fué es:e venerable prelado, por– qi:::e á la prudencia con que gobernaba juntf. ba la sencillez de una benignidad grande. Esta sellcillez le hacía mirar con ojos de paloma las aeci(llJeS de todos, juzgt.ndolas sfompre buenas y santas; y cuando eran por sí tales que no ·se les podfr. dar algún virtuoso colorido, bus– caba mil pretextos con que disculparlas; y si tEn poco podía ballnr éstos pretexto:,, acudia á la fragilidad humnna, solicitan– do siempre alguna decente disculpa. De aquí le vino el dolerse mucho del súbdi– to que hallaba Je.fectuoso, y ponía todo esfue:'zo por ganarlo para Dios, lleván– do~o como buen pastor sobre los piado– sísimos hombros de su cnridad y miseri- cordia. Las lágjmas qne le costaba el su caridad. defecto ageno eran muchas, y lo lloraba con aquel rigor que lo podía llorar si fue-

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