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- 283- ~@.~'5':@.@.~~@.@.~ canas venerables en abundantes lágri– mas no pod::'a comenzar, quedó emocio– nado. Empezó el sermón, y á poco el pe- sar le embargó al predicador la voz, tan- Empieza no to, que se péirÓ algún tiempo Ein articu~ rau d o· lar palabra. En esta ocasión se 0 verificó en Alcalá, lo que algunos siglos antes le suC'edió al Orisólogo en el sermón de la HemorPoisa, cuando se quedó afónico, que su silen,:;io causó en el auditorio más fruto qne hasta allí habían hecho sus palabras Así pues, en Alcalá al ver que aquel pozo de sabiduría y aquel río de elo– cuencia no podía hablar, y que sus lá– grimas evidenciaban la causa, no hubo alguno que pudiera contenerse y que no le 1'compafiase en llorar, aunque á eje– cutarlo así los movía muy diversa causa que á el V:inerable Pad1;e Comisario; porque este 3entía la ruina de su desca– rriada oveja, y el escándalo que había dado al puel::lo con desdoro común de sn&i hermano3. Pero el auditorio olvida– do ya de eso, 30!0 seutía el quebranto que había originado a:l varón dé Dios; y este sen:imiento fué tan general, y el olvido de lo pasado :an común, que desde aque– lla hora quecó sepultado para siempre, lo que se tuvo por una singular provi– dencia de Dics, qui{!l1 obró este milagto por los méritcs de su siervo Fray Agustín. Rompió e8te en fin la voz, y dijo cosas ~; 1 ?!~~- del tan altas par& hacer ver cuanta es la fra- gilidad humana; que ya ninguno se atre- vía á proferir pa:abra sobre la caida de

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