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- 273 - inclinar los corazones de sus oyentes al amor de lae virtudes y aborrecimientosu ardor y celo de los vicios, que sucedfa un prodigio siem!)re qua predicaba, como lo notaron y depusieron dos excelentísimos predi- cadores, uno de la esclarec:da familia de la Observación, y otro Capuchino; y era qué, cu1mdo estaba más fervoroso reprehendiendo vicios, ó ~1monestando virtudes, le salía por lo alto de la cabe- za una espe:;ie de humo ó vapor claro, al modo que sale de un encfndido hor- no, dejándose ver aun de muy larga dis- tancia con admiración de todos, pues conocían qne era efecto del fuego del . divino amor que, ardiendo en ~o interior de su pecho sulía fuera en aquellas de– mostraciones visibles. A este fervor de su interior ooompafiaba en lo exterior su doctrina, la cual siempre procuraba que fuese la más útil y provechosa para las almas, ajustándose en todo á la nece- sidad de sus oyentes, y con razones efi- caces les dejaba 101:, entendim:entos tan convencidos y tan inflamados las volun- tades, que ol:,raba en ellos estupendas maravillas. De aquí se seguía el ansiar todos por participar de su doctrina, de tal modo, que mucho antes de empezar ls,s funcio– nes, ya estaban llenas de gente lss Igle- sias con tan multiplicados concursos,sus auditorios que eiendo tan grandes las üate- draies de Sez.illa y de Granada, eran pe- queñas pam abarcar en su recinto lo numeroso de la gente. Muchas veces en 35

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