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- 272 - ~~.:s.-:s.--:s~~:...._;) que le faltase ni uno de tantos como sus dotes ex. son precisos para tan alto ministerio. Era cepcionales. de venerando y devotísimo aspecto, de semblante agradable y magestuoso, de voz muy sonora, argentada, apacible, y tan clara que todos la percibían, aunque estuviesen muy distantes. Sus palabras eran eficaces al paso que dulces; de modo, que á un tiempo deleitaban y mo– vían el entendimiento y voluntad de sus oyentes, tanto que desde la primera pa– labra qno profería, los tenía á todos sus– pensos y como embebidos en su decir, y no había quien en oyéndolo na sacase mucho fruto. En lo sutil y delicado de 'los conceptos era un Agustino; en lo suave y blando de la amonestación, un Ambrosio; en lo severo y formidable, cuando reprendría, un Crisótomo; en lo castizo y elegante de las voces un Je• rónimo; en la gravedad de la enseñanza un Gregorio; en lo elocuente un Crisó– logo, y en todo parecía que había veni– do al mundo un nuevo san Pablo. No introducía en sus sermones fábulas gen– tílicas, no gastaba el tiempo en pinturas vanas; no hacía caso de poesías, ni po– nfa cuidado en 0l lenguaje afectado y culto; porque este más es para la pro– fanidad de las farsas, que para lo sagra– do, serio y magestuoso del púlpito. Su predicación era npostólira, imitando al ., .d Apástol de las gentes; era docto, siguiendo oU v, á. apos- 1 d •¡· ¡·, d d tólica. os actores, y aposto ICo, va ien ose e las divinas escrituras. Predicaba con bmto fervor y hacía tanto e5fuerzo, para

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