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- 271 - nacían espectáculo prodigioso, y decha- do de dunde aprendían así sus estudian- su predifec– tes, como los demás súbditos suyos á co- clón.. piar en sí el original de la mayor auste- ridad que en su prelado veían ganándo- se, como se ha dicho) por uno y otro el renombre de grande. 0APÍ'IULO XLVI.II De la admirable Predicació11del P. f\gustln, u conversiones que hizo uz llamó la Magestad de Cristo nuestro b:en á sus predicadores, y también los llamó sal, porqne el predica– dor df)be ser sal y debe ser luz: IR luz ilu– mina,ahuyenta:Jdolas sombras, la salsa– zona prer:ervando de corrupción, y el pre– dicador evangélico ha de ser para sus oyentes luz que destierre de ellos las sombras de la culpa en que se hallan, y sal que los preserve de la corrupción del pecado en q:ie pueden incmrir. Uno y otro se juntó en la admirable predicación del P. Fray Agustín, pues con ella fué luz, que desterró tinieblas de culpas, y fué sal que preservó de la s1;1 predica– corrupción del pecado. Concurrieron en ción. este varón venerable todas aquellas pren- das y requisitos que son necesarios pa- ra constituir á uno gran predicador, siri.

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