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- 239 - is-:,S:<S~.:S:-~~~S:-,S.<S:-~ ra de su corazón, que casi al e.olor des- fallecía. No hay que admirarse, porque, Enferma gra– como lo hacen los moribundos, volvía vemente. nuestro enfermo los ojos de la considera- ción á todas partes; volvíalos á la vida pasada y veía las innumerables culpas que había cometido; volvía á lo presente y hallaba que no había hecho penitencia alguna; volvialos á lo futuro y pór una parte veía lo riguroso del Juez y lo tre• mendo de su juicio, y por otra un infier- no que le estaba aparejado con penas eté-rnas é insufribles. Y todo esto amon- tonado en aquel ya casi turbarlo enten- dimiento, levantaban urn1 confusión tan grande, un horror tan desmedido y un torú;iento tan incomprehensible, que <le parte á parte lo atravesaba la amarga memoria de sus deleites. Viéndose pues nuestro enfermo en la tribulación referi- da, imploró la infinita misericordia de Dios, y confiando en ella hizo voto á Dios de entrar en nuestra Religión, si le daba vida y salud para llorar sus . culpas, tomar el hábito Capuchino, y darle á su Magestad eu la Religión satis– facción de sus culpas. ¡Oh prcdigio! Lo mismo fué hacer este voto que empezar á convalecer y milagrosamente á sanar tan del todo, que con brevedad se halló libre de su dolencia, con perfección tan- Hace voto. de t 1 d , l li . d ser Capuchino a, que no e que o a menor re qma e - ella, como si nunca la hubiera padecido. (Id. 985.) Así que nuestro enfermo se levantó de la cama se fué á nuestro Convento,

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