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~ 234 -- los moradores de aquella ilustrísima Oiu– Conmoción dad. Al entrar Cristo nuestro bien triun– del pueblo. :fante en Jerusalén dice el Evangelista S. Mateo que conmovió toda la Ciudad preguntando: ¿Quien es este? Entró en Ecija Fray Agustín ya con el hábito Ca– puchino triunfando del mundo con to– das sus pompas y vanidades, y al verlo, toda·la ciudad se conmovió, y también preguutaba: ¿Quien 0s este? ¿Es este el que vimos antes, esclavo de la vanidad? Pues como ahora lo vemos triunfante de la soberbia? Unos se pasmaban, al ver vestido de saya al que vieron cubierto de las mas ricas y costosas telas. Otros se admiraban al considerar tan humilde y manso al que antes habían conocido de natural altivo y soberbio. Otros se edifi– caban al registrar pobre, descalzo, peni– tente y humillado, al que antes habían visto en aquellas plazas manejar un brio– so caballo, asistir á las fiestas, y entrete– nimientos del mundo, pasear las calles en una soberbia carroza, dado á juegos. festines y pasatiempos; y por ultimo, to– dos decían á una voz,· que aquella era mutación de la diestra del Excelso; que– dando todos edificadísimos, solo con la vista de su compostura penitente, y mu– cho más con su religioso trato, y olor suave de sus virtudes. (Id. 979.) Empezó Fray Agustín á solicitar la fundación, y lo mismo fué empezarl9 8 1 . ·t 1 f que conclnirla; porque como era tan es– d~cl61n~ ª un timado de todos, todos deseaban darle gusto; y así con gran facilidad se allana-

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