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- 232 - do á la imitación de nuestro Seráfico su amo1· á 1i P. S. Francisco; y lo que es más, al ma– pobroza. yor de los p'.)bres, Cristo nuestro bien, que por nuestra enseñanza quiso vivir pobre y morir pobre, y en todo ser ver– dadero pobre en este mundo. (Id. 976.) Estas y otras muchas virtudes que tu– vo nuestro Fr. Agustín las fundó en la que realmente es fundamento y base de todas, que es la humildad, virtud que tuvo tan arraigada en su alma, que no sólo huyó lo que podía ser propia esti– mación y causa de orgullo ó elación de ánimo, sino que contentísimo abrazó lo que era desprecio propio, ejercitándose en los más humildes empleos de la co· munidad. Fundado en esta humildad y por imitar en todo á nuestro seráfico Pa– dre S. Francisco, 1rnnca quiso ordenarse de sacerdote, antes sí, habiendo recibido el sacro orden de Diacono, por huir de las dignidades, no quiso pasar á otro or– den, aunque eran grandes las instancias que todos le hacínn, especialmente el Señor Cardenal Sandobal, Obispo de Jaén y patrono de nuestro Convento en aquella Ciudad; más á to1fos respondía que no mereciendo 01 grado de Diacono, ¿cómo había de tener audacía pnra pasar al del Sacerdocio? pues sólo el considerar que podía recibirlo le hacía temblar, y con el tomblor so le estremecían las car- Sn hnmildad. nes y le palpitaba el corazón. Aunque no foé sacerdote este varón venerable, todos nuestros religiosos lo veneraban tanto, que le daban el tratamiento y el

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