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- 231 - para imitarle, aún los más ade:nntados en el ejercicio de la perfección, pues mi- sus virtudes raban en él un verdadero hijo del Sera- -fin Francisco, y un valiente desprecia- dor de las pomp;1s, dichas y felicidades del mundo. (Id. 974.) Todo el tiempo que vivió en el siglo, fué de una complexión tan delicada, que si alguna vez por cualquier acciden– te salía desabrigado de su habih1ción, le hacía mal y tenía que padecer muchos días; más en la Religión, reconociendo á su cuerpo por doméstico enemigo, le daba guerra tan cruel, que continuamen– te lo castigaba con ásperaA disciplinas y rigurosos ayunos. '1 1 odo el tiempo que vivió en la Religión anduvo descalzo, sin traer ,melas ó sancla;ias, pisando con la p~anta desnuda el suelo, sin sentir el menor mal. Cosa en verdad prodigiosa, pm~s al parecer, mudada su complexión natt::.ral, llevaba con valentía en ln Reli • gión :o que no podía tolerar en el siglo. (Id. 976.) A la santa pobreza le tuvo siempre un especialísimo amor, observando sus pre– ceptos, sin contravenir jamás ni en el ápice menor á ellos. Su hábito fué siem– pre el más viejo y pobre; sus pafios me– nores los más grosero8 y remendados; la cuerda con que se cefí.ía la más basta y gruesa; su cama las desnudas tablas y por último, fué en todc, un retrato de la altísima y evangélica pobreza que pro- su austeridad fesaba, gloriándose en la escasez y penu- ria de todas las cosas, ajustándose en to-

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