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- 221 - <,":-.:.S:,.:.S:,.:.S:-.:.S:-.:.S:-.:.S:-.:S.-.:.S:-.:.S:-.:.S:-.:.S:-.:.S:-~ la ausencia de su hijo, como la madre . de Tobías.lloraba la tardanza del suyo, Arigustias de si bien en los mensajeros despachados su madre. tenía alguna esperanza que l,3 trage- sen noticias favorables. Volvieron éstos, y se volvieron vacíos, porque no le tra- geron noticia alguna de la pérdida que llornba, aumentándose con esto sus lá- grimas, creciendo sus sollozos y consi- derándose ya dos veces viuda, una por la muerte de su esposo y otra por la fal- ta de su hijo. (Id. 1011.) Entre ~anto que lloraba la madre, es– taban nuestros penitentes solitarios pa– sando en aquel desierto muchos traba• jos, porque su comida eran las hierbas, las raices y frutillas de los árboles; su bebida el agua de los arroyos; r::u cama el suelo duro; su albergue el hueco de una pefia y su delicia la inclemencia de los temporales, con cuyo conjunto de austeridades se habían puesto de modo que parecían dos esqueletos vivos. No quiso Dios que perseverasen en este mo– do de vida mucho tiempo, porque ha– bía escogido á nuestro fervoroso joven para que profesase estado mns perfecto, y así dispuso que saliesen de aquella so– ledad con el acaso siguiente. Id. 1012.) Estando un día los dos juntos hablan– do de las cosas celestiales, los deseubrió un perro de un cazador que ·pasaba por aquella soledad, y avanzándose á ellos les embistió tan rahioso, que sin poder d f d d ºó ·a 1· ' d Su vida en el e en erse, ·mor 1 e pe 1gro a uno e desiorto. ellos; por lo que ambos determinaron ve-

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