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~ 192 .;_ ~~~~ amor que á Dios le tenía. Otra prueba su recogimicndel amor divino que ardía en el corazón to. de ·nuestro Venerable P. Miguel era su rara compostura del exterior, acompafia- da del recogimiento interior. Nunca sa– lía de casa, sino cuando la caridad ó el cumplimiento de su oficio le obligaba á que saliese; y entonces iba corno violen– tado y hurtando todo lo posible el cuer– po á las distracciones del siglo. Despa– chaba sus negocios con toda brevedad y procuraln volver cuanto antes al apete– cido recogimiento de su celda y Conven– to. En el asistía á todos los actos de co– munidad, sin faltar jamás al coro de día y de noche con vigilancia y puntualidad tanta, que siendo el primero que en e1 coro entraba, era siempre el último que de él salía, porque allí comunicaba á Dios más de cerca y se deleitaba su espí– ritu cantando y oyendo cantar las ala– b1'nzas divinas. (Id.) Quien tanto estudio puso en la prácti– ca de las virtudes y en aprovechar el tiempo, era preciso fuese muy dado á la oración y meditación, porque sin esta el ejercicio de las virtudes no puede ser durable ni perfecto, y así puso nuestro venerable todo su conato en vivir siem– pre en la presencia de Dios, meditando Su ~resencia ya sus infinitas perfecciones, ya aquel de Dios. su infinito amor que le hizo descender del seno de su Eterno Padre al tálamo virginal de su sacratísima Madre María, para hacerse hombre. Otras veces medi– taba la acerbísima pasión y muerte que

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